REZO POR EL DICTADOR

A los estudiantes que,

formando una ronda de la mano,
clamaban justicia cantándole a dios

en aquella marcha.

No creo en dios,

pero cómo me gustaría que existiera

para que al dictador lo condenara

(ya que nadie se atrevió sobre la tierra)

a pudrirse al son de marchas militares

en la triste hoguera de su propio infierno.

Afirmo que no existe ese buen tipo

pero igual le rezo,

usurpando fe cristiana,

imitando la convicción de los devotos,

cada noche, desde aquel día

implorándole por los botijas de la marcha

para que cumpla su ruego,

el mío, el de mis hermanos

y el de los desaparecidos

(los que formaron parte de la lista

y los que quedaron aparte,

desaparecidos).

"Padre de ellos

que supuestamente estás en los cielos

contemplando lo que pasa,

vos que viste la sangre de inocentes

corriendo por las calles,

vos que sabés exactamente cuantas balas

atravezaron el cuerpo de mi gente,

no sé si te hiciste el sota, ya no importa,

pero te pido este único favor, no me lo niegues:

no le abras las puertas de tu reino

al asesino que se cagó en tus mandamientos,
no te dejes influenciar

por las cartas de recomendación de algún obispo

ni por la cara de arrepentido

que pone todo genocida cuando el fin le llega.

Por vos que te la das de omnipresente

pero que no te vieron por el Uruguay de los setenta,

vos que te llaman todopoderoso

y que no respondiste al grito de los torturados

por vos que recaudan las iglesias,

que se arrepienten los pecadores,

que las monjas repudian el orgasmo,

por vos, como siempre, sólo por vos,

esta vez de nuevo, pero esta vez en serio:

escuchá el ruego de los olvidados,

para que ellos sigan creyendo en algo

y de paso salís, como siempre bien parado.

Hágase la voluntad de los caídos

y de los vivos que aún esperan

por tu gesto divino de justicia”

Y nuevamente amén, una y mil veces

SEÑORES:
(por favor, por favor)